Dos noticias sobre la afición a la lectura me han dado mucho que pensar últimamente. La primera de ellas es que ha cerrado Círculo de lectores. Recuerdo con nostalgia los libros de la estantería de mis padres, muchos de ellos comprados a Círculo de lectores, y que eran los mismos que podías encontrar en todas las casas que visitabas. Mi voracidad lectora durante aquellos años hizo que los leyera casi todos, y así descubrí joyas como El nombre de la Rosa, de Umberto Eco, Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena, o Caballo de Troya, de J.J. Benitez, por sólo nombrar algunos de los que más me impactaron. Lo malo es que también me comí alguna castaña de libro que otra, por mucho best seller que fuera. Es lo que tiene tener un método para seleccionar libros tan rudimentario como el mío por aquel entonces, básicamente plantarme delante de la biblioteca de libros de mis padres, y guiarme por el instinto.
Conforme iba pasando el tiempo me iba dando cuenta de que tenía que seleccionar mucho más lo que leía, básicamente por dos razones, la primera es que el tiempo que dedicaba a leer estaba disminuyendo; y la segunda es que los libros interesantes, tanto novedades como clásicos, no paraban de crecer en mi lista de pendientes.
La otra noticia que me ha hecho reflexionar últimamente es ésta, que dice que el director ejecutivo promedio lee 4-5 libros al mes. He visto varias versiones de esta noticia, casi todas como reclamo de alguna página web de promoción y venta de libros.
El mensaje subliminal de esta noticia es que yo no he llegado a director ejecutivo porque no leo los suficientes libros. O dicho de otra manera, que si aumento el número de libros que leo podré acceder al selecto club de los CEOs (siempre queda mucho mejor usar el anglicismo).
Esto, aparte de ser una falacia 'Cum hoc ergo propter hoc' (correlación no implica causalidad) de libro, me parece demagogia barata. Pero he pasado mucho tiempo dándole vueltas a rebatir este argumento, aunque fuera a mi propio subconsciente, que me gritaba desde lo profundo de mi mente “¡deberías haber leído más, piltrafilla, no vas a llegar nunca a nada!”. Así que me puse a ello:
¿Qué quiere decir leer 4-5 libros al mes? ¿Es lo mismo leer Rebelión en la granja, de George Orwell (129 páginas) que Los pilares de la Tierra, de Ken Follet (1.340 páginas)?
Por supuesto que no. El dato correcto debería haberse dado en otras unidades, como por ejemplo las horas diarias o mensuales que dedican a leer.
Según Amazon, el número medio de palabras por libro es de aproximadamente 64.000. Si eres como el lector promedio, y lees 200 palabras por minuto, puedes terminar un libro en 320 minutos. Si divididimos entre 7, eso es aproximadamente 45 minutos de lectura por día.
Bien, ahora que ya estamos usando las unidades correctas, y se ha calmado el ingeniero que llevo dentro, me pregunto varias cosas: ¿estoy leyendo más o menos de eso? ¿debería leer más horas? Pero sobre todo, ¿me va a impulsar eso a ser CEO?
La respuesta a todas estas preguntas es DEPENDE.
Pero esto lleva mis pensamientos circulares de vuelta al principio: la forma que tengo que seleccionar lo que leo. Esta forma ha cambiado mucho a lo largo del tiempo, desde la época de Círculo de Lectores, y a pesar de que reconozco que dedico menos tiempo que antes a leer, creo que leo, de media, cosas con mucha más calidad que antes.
He escrito conscientemente “cosas” porque ahora leo muchísimas otras cosas que libros. En mi anterior post De dónde saco mi tiempo. Mi método de gestión de contenidos online ya explicaba que mi método para compartir contenido online, y para crear contenido como el que estoy creando en este blog, empiezan siempre por una fase de selección de contenidos, para la que uso la aplicación Pocket, , la joya de la corona de mi productividad personal. En su lista de cosas por leer caen diariamente multitud de artículos, noticias, etc, de infinidad de fuentes diferentes. Por citar las principales:
- El lector de RSS Feedly en el que sigo a 84 fuentes diferentes, que publican contenido a diario (unos 10-15 artículos diarios).
- La herramienta de selección social Refind, con su selección diaria de 10 noticias que considera interesantes para mí.
- Y por supuesto, multitud de enlaces que envío a Pocket contínuamente desde Twitter, red en la que paso casi todos los ratos muertos que tengo en el día en los que tengo el móvil en la mano, o sea casi todo el tiempo.
En definitiva, yo creo que si no he llegado todavía a CEO la culpa es de Twitter, en el que paso las horas muertas que debería estar pasando leyendo libros (libros para llegar a ser CEO, se entiende).
Y aunque el final del razonamiento haya sido un poco abrupto, creo que esa es mi conclusión: las distracciones, y qué mayor distracción que Twitter (o Instagram, o Pinterest, o…) que me quitan horas de lectura.
La tecnología actual hace posible que se pueda leer un libro en cualquier momento y lugar, aunque no tengas el libro: basta con tener un móvil, y una aplicación de lectura. O incluso puedes hacer que te lean otras personas los libros, y escucharlos en formato audiolibro, disponibles en muchos más momentos del día (corriendo, en el coche, cocinando…)
Pero… en el móvil se esconden infinidad de distracciones. En primer lugar, las notificaciones constantes, que te desconcentran y desvían de tu objetivo; y después, todo el abanico de posibilidades de cosas que puedes ver en internet, de consumo instantáneo, y que te recompensan mucho más rápido que la lectura pausada y concentrada de un libro.
Así que he llegado a la conclusión de que sí, realmente no es lo mismo leer cualquier cosa, por bueno que sea el artículo, u ocurrente que sea el tuit, que un libro. Y con los propósitos de año nuevo he retomado mi olvidado perfil de GoodReads y he iniciado un reto de lectura para este 2020. Un reto modesto, para la cantidad de libros que yo leía antes. Un reto que por exigencias de la plataforma se tiene que reflejar en “número de libros leídos”. Pero en realidad mi reto para este año es leer más calidad, por más tiempo.
Por eso un libro (de verdad, de los de papel, de los que a veces lees, y a veces únicamente hueles las hojas) ha vuelto a mi mesilla de noche. Y por eso cuando leo en mi dispositivo electrónico (en mi caso es un tablet), tengo siempre activado el modo avión, para evitar distracciones.