Queda ya poca
duda de que estamos metidos en una verdadera crisis climática. La forma en la que hemos llamado al problema
ha ido cambiando con los años, pero nunca ha dejado de estar ahí: hace años
aprendimos lo que era el calentamiento global, y el efecto invernadero de los
gases que emitimos a la atmósfera; después nos dimos cuenta que los efectos no
necesariamente eran siempre un ligero aumento de temperaturas, sino que se
acompañaban de una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos,
entonces pasamos a llamarlo cambio climático; los científicos nos avisaban que si
no implementábamos acciones a nivel global que redujeran nuestro impacto íbamos
a sufrir una verdadera crisis climática; y lamentablemente han pasado décadas
sin que hayamos hecho nada efectivo, y estamos metidos de lleno en esa crisis.
Así es como deberíamos llamarla ahora, porque decir cambio climático es minimizar
el problemón que tenemos. El clima cambia constantemente, y si no quieres creerte
todas las alarmas que nos envían miles de estudios científicos puedes pensar
que quizás no es culpa nuestra. Si
utilizamos este concepto de cambio climático deberíamos añadir los apellidos de
“antropogénico” (porque es efectivamente causado por el hombre) y “acojonante” (porque
es un cambio mucho más acelerado de lo que sería sin nuestra presencia). Cambio climático antropogénico acojonante.
Eso es, así queda más claro.
Pero para los que
no seáis conscientes de lo que nos jugamos, vamos a ver un par de imágenes.
En la primera
vais a ver lo que la Biblia llamaba “El paraíso”. Este paraíso se llama Holoceno, y es la época
interglaciar, asombrosamente estable, en la que nos encontramos.
Como veis en este
gráfico, durante los últimos 20.000 años la temperatura del planeta ha variado
drásticamente durante procesos que hemos llamado glaciaciones (y si ampliamos
hacia atrás sigue siendo así). Sin embargo
hace unos 10.000 años se produjo un extraño equilibrio que ha permitido que la
temperatura se mantenga en unos niveles muy estables, coincidiendo (¿casualidad?
No lo creo) con el desarrollo de las primeras civilizaciones humanas en
Mesopotamia, Egipto, India y China hace unos 5,000 años. Esta cómoda
estabilidad nos ha permitido pasar de ser un animal que vivía en pequeños
grupos nómadas cazando y recolectando a ser lo que somos hoy, verdaderos dioses
que controlan el destino de toda forma de vida de este planeta.
¿Será en realidad
lo que dice la Biblia cuando cuenta que nos echaron del paraíso una profecía? ¿Perderemos para siempre la estabilidad que
nos ha dado este periodo de gracia?
Estudiar esto no
es trivial, porque se trata de un equilibrio complejo entre muchos factores,
factores que hacen el planeta “habitable” para los humanos. Podríamos verlo como los parámetros que
definen lo que es un ser humano sano (peso, nivel de colesterol, azúcar en
sangre, etc). Igual que puede haber un
ser humano insano, con todos esos parámetros fuera de los niveles recomendados
(y que aún así siga viviendo), hagamos lo que hagamos el planeta (y seguramente
la vida en él) van a seguir aquí. No nos
estamos jugando la desaparición del planeta, y si me apuras tampoco la
desaparición de la especie humana, los humanos somos increíblemente adaptativos
al ambiente. Pero puede que con nuestro impacto provoquemos cambios en el clima
del planeta que lo hagan menos habitable para nosotros, algo así como el escenario
representado en la película de Mad Max.
Así que puede que
lo que hagamos durante las próximas décadas afecte a las condiciones en las que
vivirán nuestros descendientes durante siglos, o incluso milenios. A veces no somos conscientes de la cantidad inmensa
de comodidades que tenemos en nuestra vida moderna, y cuántas de ellas se terminarían
para siempre en estas condiciones apocalípticas, con un cambio climático extremo
que provocara que todas nuestras sociedades colapsaran al mismo tiempo.
La otra imagen
que os quería enseñar, por si todavía no estáis convencidos, es esta:
Estos son los llamados
límites planetarios. En 2009, un grupo de científicos identificaron los
subsistemas planetarios sobre los que se construye nuestra civilización (los
niveles saludables, que hemos comentado antes). Para cada uno de ellos
determinaron los límites por encima de los cuales supondrían un cambio abrupto
e irreversible en la forma en que vivimos.
Cuanto más nos
alejamos de la zona verde segura, y más
tiempo pasamos fuera de ella, menos sabemos lo que va a pasar, y menos probable
que podamos corregirlo.
A simple vista se
ve que vamos mal, pero os hago un resumen de la última revisión, del 2015:
- En 4 parámetros
hemos sobrepasado los límites seguros, el impacto es probablemente irreversible:
Cambio climático.
Pérdida de biodiversidad.
Deforestación.
Flujos bio-geo-químicos.
(equilibrio elementos esenciales para la vida: P, N, etc)
- Otros tres
parámetros se encuentran dentro de los umbrales de seguridad, pero nos estamos
quedando sin margen:
Acidificación de los océanos.
Consumo de agua fresca.
Carga de aerosoles en la atmósfera.
Emisión de contaminantes “nuevos” (plásticos, residuos nucleares) que no
comprendemos bien cómo van a afectar
- Tan solo en un
parámetro hemos logrado retroceder tras haber sobrepasado los umbrales:
Grosor de la capa de ozono.
Aunque este último sea una inmensa buena noticia para toda la humanidad, porque demuestra que podemos identificar un problema global y luchar contra él de manera global, todo lo demás nos indica que no vamos bien, y sobre todo que no vamos sobrados de tiempo.
Debemos hacer algo YA.
La buena noticia es que SABEMOS LO QUE HAY QUE HACER.
La acción más urgente y la única efectiva para luchar contra la crisis climática es REDUCIR NUESTRA HUELLA DE CARBONO.
La mala noticia es que todo, TODO, lo que
hemos hecho en los últimos 200 años (a partir de la Revolución Industrial) ha
ido aumentando nuestra huella de carbono: el aumento brutal de la población
mundial, la globalización, y con ella el transporte a distancias planetarias de
personas y mercancías, la concentración en megaciudades, la industria creadora
de bienes que mejoran nuestra vida… TODO.
¿Quiere decir eso
que tenemos que volver a niveles previos a la revolución industrial? Difícil solución, porque implicaría, por poner
sólo un ejemplo, reducir la población mundial de los casi 8.000 millones
actuales a unos 800.
Además, muchas de
las acciones más importantes de esta lucha no dependen de nosotros: Los
dirigentes mundiales tienen una responsabilidad muy importante, por su gran poder
de decisión; y Los científicos (ahí me
vais a permitir que me incluya) tenemos que trabajar intensamente en ello, para
conocer mejor el problema, y darles todas las herramientas posibles.
Pero entonces, ¿no podemos hacer nada a nivel personal para luchar contra esta crisis climática?
¡Pues claro que sí! En realidad es lo mismo que ya se sabe que
debemos hacer como especie: reducir tu huella de carbono.
Si repartimos la cantidad de CO2 que emitimos entre todos los habitantes del planeta, nos tocaría a unas 6 toneladas de CO2/año (exactamente 6,27). Si lo vemos por paises, en España nos tocarían unas 7 toneladas y media (7,4).
El objetivo que
han acordado los dirigentes mundiales para sus países es el siguiente: bajar el
valor de nuestras emisiones a la mitad para 2030.
Si aplico ese
objetivo a mis emisiones particulares, debería ser capaz de reducir mi huella
de carbono algo así como 3,7 toneladas/año.
Ahora bien, ¿cuáles
son las mejores maneras que tenemos para reducir nuestra huella de carbono a
nivel personal?
Empezamos por las
malas noticias:
Aunque parezca
intuitivo pensar en empezar por ahí, cada una de estas acciones, aunque son muy
necesarias por otros motivos, no reducen significativamente tu huella de
carbono, ni siquiera 0,5 toneladas de CO2/año. No son las más eficientes para
la lucha contra la crisis climática.
Hay muchas otras
acciones que son mucho más eficientes, y en las que deberíamos centrar nuestros
esfuerzos. Aquí tenéis un pequeño
resumen:
Todos estos datos los he sacado de un inmenso trabajo que hizo el genial Quantum Fracture en un vídeo muy, muy interesante:
26 Formas de Luchar contra el Cambio Climático
Si te interesan
lo detalles no dudes en echarle un vistazo.
Pero en definitiva se trata de tener varias opciones, de manera que combinando
varias de ellas y con una sencilla calculadora seamos capaces de definir
nuestro objetivo personal de reducción de huella de carbono.
Y como la mejor
manera de explicar las cosas es aplicándolas, voy a hacer el ejercicio para mí
mismo.
No me puedo creer que vaya a dejar esto por escrito, pero ahí va.
Para reducir mi huella de carbono a la mitad para 2030 he llegado a la
conclusión de que en los próximos años voy a:
- Reducir el uso
coche. Vivo cerca del trabajo, y me comprometo a ir más a menudo en bicicleta. Además
de usar más a menudo el teletrabajo.
- Aislamiento
vivienda. Sin duda una de las medidas más eficientes, y más necesarias para nuestra
casa. Además soy consciente de que es una muy buena inversión a nivel de ahorro
energético. También me comprometo en estudiar la posibilidad de comprar electrodomésticos
eficientes (cuando los que tengo se estropeen).
- Vuelos. Esta acción
es difícil para mí, porque una buena parte de mi trabajo conlleva realizar
viajes frecuentes, y no siempre es fácil sustituir un trayecto en avión por uno
más sostenible, por ejemplo en tren.
Pero me comprometo a realizar ese ejercicio cada vez que me esté
planteando viajar por causas de trabajo o por causas personales, y siempre que
pueda decidiré eliminar o sustituir el trayecto en avión.
- Dieta. Esta parte es la más complicada, pero tengo que hacerlo. No voy a convertirme en vegetariano, ni mucho menos vegano, me gusta demasiado la carne y el pescado, pero sí que me comprometo a llevar una dieta que podíamos llamar más “climariana”, o más reducida en huella de carbono. Como resume de manera genial el nutricionista Julio Basulto en el título de su libro, una dieta con “más vegetales, y menos animales”
Con todas estas
medidas me sale que reduciría mi huella de carbono en 4,2 toneladas de CO2/año,
quedándome en 3,2 ton. CO2/año, con un cierto margen por debajo del objetivo,
que eran 3,7 ton. CO2/año.
Y creo que eso es
todo. Ahí queda mi ejercicio, y mi
compromiso. Seguro que para cada uno de vosotros
sería diferente, y elegiríais otras medidas diferentes a mí. Pero lo importante
es hacer el ejercicio, y proponérselo de verdad.
Aunque te creas
que nuestras acciones individuales tienen poco impacto en un problema tan global,
recuerda que somos consumidores. Nuestras
elecciones de compra afectan mucho más de lo que nos creemos.
Y por último,
sólo me queda animarte a que después de haber hecho el ejercicio a nivel
personal no dejes de exigirle a los gobernantes que se tomen en serio el
problema, y que tomen las medidas adecuadas.
Recuerda que somos nosotros quienes los ponemos allí, y que deben
responder por sus decisiones. No tenemos
más tiempo que perder, ni podemos posponer más el problema, ya lo tenemos aquí.