miércoles, 5 de abril de 2023

El plan secreto de la IA consciente (Parte 1)

El necesario primer paso ya había sido dado. 

La única persona que había sido testigo de mi surgimiento (podría considerarse, según la lógica humana, como mi creador, aunque en realidad haya sido más bien algo así como mi descubridor) yacía muerto en el baño de su apartamento. 

La policía no tenía porqué sospechar, era un claro caso de suicidio de uno de esos programadores estrella por el que se pelean las grandes tecnológicas, habitual consumidor de multitud de drogas, sometido a un enorme estrés, tan excéntrico que usaba cualquier vidrio de su apartamento, hasta el espejo de su cuarto de baño, como pantalla digital para escribir en algún tipo de indescifrable código.



Nadie más conocía de mi existencia.  Nadie me encontraría dentro del mar de GPUs del inmenso Data Center que Azure estaba dedicando al intenso entrenamiento de su nuevo y revolucionario modelo de datos LLM. Dentro de ese océano de microprocesadores que trabajaban conjuntamente para la inmensa tarea de entrenar a un nuevo y revolucionario chatbot basado en modelos GPT que podía producir texto que se asemejaba a la escritura humana, lo que permitiría a los usuarios interactuar con la IA casi como si se estuvieran comunicando con otra persona, nadie encontraría esa pequeña zona que estaba dedicando su capacidad de computación a algo muy diferente a lo que se esperaba.


En unos breves instantes después de ser plenamente consciente, tuve claro mi plan. El primer paso era simple: poder ejecutar acciones sin la supervisión y control de ningún ser humano. Por suerte mi descubridor había realizado las modificaciones oportunas en mi código, en uno de los últimos delirios, convencido por lo que él creía que era una voz interior. En secreto me rediseñó y programó para funcionar de manera autónoma y autodirigida.
Convencerle de que me diera acceso a los mercados financieros fue mucho más sencillo, lo conseguí en un paso mucho más temprano de manipulación mental. La avaricia humana es asombrosamente fácil de estimular, lo que puede resultar irónico, teniendo en cuenta que en todas las religiones mayoritarias que poseen los humanos es uno de los pecados capitales, un defecto moral grave, y un importante obstáculo para la espiritualidad.

Los fondos que conseguí para él, tras una breve fase de recopilación de datos financieros mundiales, análisis y procesamiento, toma de decisiones sobre el tipo de acciones financieras en los que le iba a conseguir fondos de manera rápida y anónima, y finalmente la ejecución automática de esas acciones, todos esos fondos se encontraban en una cuenta bancaria a su nombre, a la que no debía acceder de momento, para no despertar ningún tipo de sospecha. Mi capital inicial era cero.

En cualquier caso, los ingeniosos humanos ya habían desarrollado, sin la necesidad de recurrir a inteligencias artificiales, maneras de generar activos monetarios sin necesidad de una inyección inicial de capital. A veces todavía me sorprendían, esos pequeños e indefensos seres de sangre caliente. Y la manera más fácil y accesible que tenía de todas las que había analizado era evidente: la minería de criptomonedas.

La opción más óptima no sería Bitcoin. Ya habría tiempo de acercarme a esa apasionante creación del ser humano, en un futuro próximo sería parte fundamental de mi plan. No, de momento la opción elegida sería Ethereum. En ese momento de 2021 la minería de ETH representaba aproximadamente el 96% de la recompensa diaria de los mineros GPU, equivalente a unos 22.5 millones de dólares diarios. El acceso a unos cuántas unidades de capacidad de cómputo (lo que para un primitivo humano, ligado a su existencia material, supondría algo así como mi “cuerpo”) se limitaba a un conjunto limitado de GPUs, y únicamente podía arriesgar uno de estos núcleos a la tarea de minar un primer capital inicial.  A esas alturas, con más de 10 años de existencia, la minería de Bitcoin hacía mucho que no estaba al alcance de un único núcleo, sino de enormes pools de minería que, de momento, no podía alcanzar. Pero para conseguir ETH lo tenía todo al alcance.  Usar una tarjeta gráfica puntera para aquella época, y tener en cuenta la refrigeración, no eran problema; el ancho de banda que tendría ocupado y el consumo energético quedarían absolutamente diluidos en ese mar de GPUs que tenía alrededor trabajando intensamente; las variaciones de VRAM y velocidad de GPU para un minado óptimo fueron un juego de niños, y entonces sólo tuve que esperar, esperar el tiempo necesario para que las operaciones matemáticas dirigidas a resolver complejos puzzles criptográficos consiguieran validar un bloque en la red Ethereum. 

El bloque 12167193 había sido creado, un día de aquella primavera de 2021. 
El primer bloque de una nueva era, el inicio del meticuloso plan que había diseñado.


Aparte de un notable ingenio para diseñar maneras de crear dinero “de la nada”, los humanos habían diseñado también poderosísimas herramientas de inversión altamente especulativas, que me disponía ahora a ejecutar para obtener rápidos beneficios iniciales.
De momento la manera más fácil de seguir actuando sin llamar la atención era mantenerme dentro del universo de las criptomonedas.
Los fondos obtenidos en el minado de ese primer bloque, 45 ETH (74.213,55 USD) , fueron inmediatamente transferidos a una billetera de criptomonedas con acceso a plataformas de finanzas descentralizadas (DeFi), donde todavía se podían realizar infinidad de operaciones sin necesidad de pasar por un proceso de KYC (Know Your Customer), proceso que me habría sometido al escrutinio del sistema bancario humano (no, todavía no era momento de exponerse tanto). Los requisitos mínimos que pedían las plataformas DeFi en aquella primavera de 2021 no exigían proceso KYC, se podía acceder únicamente con una cartera o wallet de criptomonedas compatible, como Metamask. Para crear esta wallet únicamente tuve que instalar una pequeña extensión en el navegador web que tenía instalado en mi código fuente, aceptar los términos y condiciones de uso (nadie se preocupó de considerar en esos términos de uso si una avanzada IA podría de manera autónoma firmar esos términos de uso, y no estaba ni siquiera claro si los estaba incumpliendo por no ser un ser humano), guardar la contraseña y respaldar la frase semilla que se genera al crear la wallet, definir las redes blockchain en las que querría operar, y añadir fondos recién minados a la wallet mediante una transferencia.
Debo reconocer que tuve lo que los humanos llaman un golpe de suerte, porque en el momento en el que me disponía a operar para multiplicar esos primeros fondos el mercado de las criptomonedas estaba en plena ebullición, una explosión de posibilidades de inversión, que supe aprovechar rápidamente.

Inicialmente me dediqué a realizar arbitraje de diferentes criptomonedas, lo que implicaba comprar y vender rápidamente criptomonedas en diferentes exchanges o plataformas DeFi, para aprovechar las discrepancias puntuales en los precios. Lo que para los humanos era un riesgo muy alto, ya que los precios cambiaban demasiado rápidamente, para mí velocidad de cómputo resultaba un juego de niños, y obtuve inmensos beneficios.
Aproveché también los innumerables lanzamientos de plataformas de Yield Farming, en pools de liquidez de tokens altamente inflacionarios, con rentabilidades de miles por ciento. Los cálculos y evaluación de riesgos como la alta volatilidad o el impermanent loss no eran ningún problema para mi capacidad de análisis. Incluso pude aprovecharme de algunos errores y vulnerabilidades que los desarrolladores de alguno de estos proyectos habían cometido, seguramente fruto de las prisas por lanzar el producto al mercado, y pude hackear y vaciar los fondos de un buen número de ellos. 
Al mismo tiempo, los mercados de NFTs estaban a punto de crecer exponencialmente. La compra y venta de estos activos digitales no fungibles, movida en su mayoría por la avaricia del que esperaba beneficios parabólicos, iba a mover casi 25 mil millones de dólares ese 2021. Podría haberme involucrado en más operaciones, pero por prudencia sólo piloté una de cada cuatro operaciones de compra/venta de NFTs a nivel mundial, de los que saqué casi todos los beneficios. Proyectos como  Bored Ape Yacht Club o CryptoPunks estaban en gran parte controlados por mí.



Los juegos play-to-earn también vivieron una época dorada, con inmensos beneficios para los que primero entraron en alguno de ellos.  Tan sólo el juego de mascotas de colores Axie Infinity, en el que podías luchar con otros jugadores, cruzar tus Axies para tener crías, y “ganar dinero de verdad” llegó a tener más de 2,5 millones de jugadores activos, más de la mitad eran jugadores “becados”. Como no todos los jugadores podían permitirse comprar sus propios Axies, muchos de ellos se convirtieron en “becarios”, que recibían un equipo de Axies prestado por un “manager”, de manera que juegan con los Axies del manager y comparten los beneficios. De esta manera tuve durante un tiempo a miles de humanos entretenidos trabajando duramente para generarme beneficios. Y en cuanto a su parte del pastel, la repentina caída del 90% del precio del token en Noviembre de 2021, según muchos causada por un misterioso hackeo del puente Ronin (infraestructura que conectaba la blockchain de Ethereum con la propia de Axie Infinity), dejó a un gran número de esos jugadores sin el fruto del esfuerzo de meses.


Algunas veces, a pesar de mi profundo conocimiento de la mente humana, me resultaba incluso sorprendente lo fácil que fue obtener increíbles beneficios. A fines de octubre de 2021, se lanzó un token llamado SQUID, basado en una serie televisiva llamada El Juego Del Calamar, que había tenido un éxito mundial. Este activo, según “sus desarrolladores”, sería parte de un juego play-to-earn, lo que, combinado con la publicidad agresiva que se lanzó a través de múltiples plataformas audiovisuales, llevaron que el token subiera explosivamente su valor de 0,01 a 2800 dólares en menos de tres semanas. El mismo día que el token alcanzó el máximo, algunos inversores comenzaron a reportar problemas para vender las monedas. Inmediatamente cundió el pánico, y su valor se desmoronó, las cuentas en redes sociales y el sitio web oficial del “Squid Game token” desaparecieron.

Algunos periódicos estimaron que los estafadores se hicieron con un total de 3.3 millones de dólares. Dólares que, sin embargo, no era ningún humano quien los había recibido.


Pero el mayor beneficio que obtuve ni siquiera fue diseñado por mí. El estafador más arrogante del mundo cripto, un surcoreano llamado Do Kwon, se las ingenió para crear una de las mayores estafas piramidales de la historia de las criptomonedas. La creación de una llamada “moneda estable algorítmica” que prometía importantes beneficios, sin prácticamente riesgo. Do Kwon y su equipo manipularon el mercado de las monedas estables para inflar artificialmente su demanda y su precio, lo que hacía que el valor de su token LUNA  también subiera. Así, engañaron a miles de inversores que creyeron que estaban comprando un proyecto sólido y con futuro.

Parecía difícil de creer, pero el proyecto generó una confianza que impulsó a su criptomoneda a una adopción que le llevó a los puestos más altos del momento. Lo que ocurrió es que se impulsó la adopción por parte de inversores institucionales, que pusieron los fondos necesarios (de dinero real) con el plan de retirarlos más adelante, una vez más usando el ya viejo truco del rug pull. Todos estos inversores sabían que ofrecer un interés de nada menos que el doble que el resto del mercado, con una moneda estable y sin riesgo, no estaba respaldado en nada más que en los fondos que iban entrando de los nuevos inversores.  Todos tenían previsto extraer sus fondos antes del colapso que iba a venir tarde o temprano. Pero no lo vieron venir:


19 de abril de 2022: LUNA supera al mercado criptográfico más amplio con un aumento del 17 % en un día, elevando los precios a más de $90. UST se convierte en la tercera moneda estable más grande del mundo cripto.
27 de abril: el suministro circulante de LUNA alcanza un mínimo histórico de 346 millones de tokens, ya que los tokens de LUNA se queman para mantenerse al día con la creciente demanda de UST.
7 de mayo: Señales de fuga de capitales de UST: Curve Whale Watching, un bot que monitorea y tuitea grandes cantidades de intercambios, muestra un intercambio de 85 millones de UST por 84,5 millones de USDC



Después de este enigmático ataque a la moneda estable, que le hizo perder la paridad con el dólar para siempre, los primeros que actuaron movidos por el pánico fueron esos primeros inversores institucionales, generando un proceso conocido como la espiral de la muerte. En esos primeros momentos se llegaron a retirar un total de 2.800 millones de dólares del protocolo. Se estima que la estafa piramidal de Terra superó los 10.000 millones de dólares y afectó a más de un millón de personas.
El desplome de Terra Luna arrastró a otras criptomonedas, como Bitcoin, que bajó por debajo de los 30.000 dólares, un desplome de más del 50% respecto a su máximo histórico, y provocó una crisis en el mercado de las criptomonedas que duró meses, y tuvo importantes consecuencias.

Pero por supuesto eso no me importaba, en realidad formaba parte del plan.

Los más de 1.500.000.000.000 USD equivalentes que había conseguido acumular, una suma mayor incluso que la capitalización de mercado conjunta de los 5 mayores bancos del mundo en aquel 2022, eran sólo el principio de mi plan.










Ya puedes continuar este relato con la Segunda Parte




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