miércoles, 24 de noviembre de 2010

La marca España en Cataluña

El concepto de España es uno de los más controvertidos con los que nos enfrentamos a diario.  Por supuesto, como todos los conceptos universales es muy personal, es decir que para cada persona tiene un significado o unas connotaciones diferentes.  No dice lo mismo a un turista inglés que a un inmigrante ilegal subsahariano, por ejemplo.  Hay ciertas ideas universales relacionadas con España (los tan odiados tópicos de sol, playa, folklore, siesta, etc).  Cuando se gestiona el concepto de España como una marca comercial, se intenta dar una imagen que favorezca lo que interesa a nuestros intereses, la mayor parte de las veces intereses turísticos.  Se trata de dar una idea a los extranjeros de lo que es España.
Pero dentro de España, la cosa cambia.  Nadie se pone de acuerdo en qué idea hay que dar a los españoles de lo que es España.  Las tensiones nacionalistas periféricas le han usurpado el calificativo de “país”, “nación” (aunque no de momento el de “estado”), y se convierte en un concepto o un símbolo difícil de gestionar, un concepto delicado, que genera suspicacias, al que si quieres evitar problemas es mejor no acudir.
Esto es especialmente acusado en Cataluña.  Treinta años de gobierno nacionalista, o controlado por nacionalistas, han dado para una gestión clara y dirigida del concepto de España.  Todo lo relacionado con España (bandera, himno, selecciones deportivas, símbolos turísticos como el Toro de Osborne, etc) es rechazado, en mayor o menor grado pero rechazado, por casi todos los catalanes.  Eso se logra con lo que podíamos llamar “sugestión colectiva”.  Un buen manual para conseguir este mezquino propósito puede ser el libro Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley.  En él se muestra cómo se sugestiona a la población para cargarles de unas ideas preconcebidas, mediante la repetición de mensajes subliminales durante las horas de sueño.  Es increíblemente efectivo: si repites cansinamente durante ocho horas “a un policía siempre se le tiene que obedecer”, llegado el momento de duda, ante una orden directa de un policía, sea justa o no, el individuo obedecerá sin pararse a plantear juicios morales.    Eso daría muchísimo poder al cuerpo de policía.
La tecnología actual no permite estas estrategias tan directas de sugestión, pero con algo menos de tecnología, pero algo más de tiempo, se pueden conseguir resultados parecidos.  Se repite insistentemente una serie de conceptos adversos a la idea de España durante décadas, por todos los medios por los que sea posible, y se consigue que el catalán de la calle sienta un rechazo feroz, beligerante, irracional, de todo lo que venga del “Resto de España” (aquello que queda si retiras Cataluña de España, algo sin sentido política, histórica, geográfica ni culturalmente).
Los dos instrumentos más utilizados por el gobierno catalán como instrumentos de sugestión son la televisión y la educación.  Controlar estos dos instrumentos da mucho poder. 
La cantidad de información que nos llega a través de la televisión es inmensa, y da infinidad de posibilidades de incluir los conceptos subliminales.  Sólo por poner un ejemplo, en la previsión diaria del tiempo se verá únicamente el territorio catalán, como si fuera una isla, y posteriormente un mapa general de la totalidad de Europa.  Ni rastro del tiempo en España, una vez por ser territorio extranjero y otra por efectos de la escala. Si necesitas viajar al resto de España tendrás tan poca información del tiempo como de Finlandia o de Bulgaria.   Es un ejemplo muy simple, y al fin y al cabo se puede pensar que no se consigue nada con esta forma de mostrar el tiempo.  Pero no estamos hablando de manipulaciones flagrantes, estamos hablando de conceptos subliminales. Cada uno puede buscar infinidad de ejemplos de este tipo en la programación televisiva de TV3.
En cuanto a la educación, aún da más poder de sugestión, y abarca a la totalidad de la población, aunque es necesario al menos esperar una generación para empezar a ver los efectos.  Por cierto, las competencias en Educación fueron transferidas a la Generalitat en 1979...
Como ejemplo se puede considerar lo siguiente: si quieres infundir un alto concepto de tu nación a sus integrantes, es importante tener un glorioso y rico pasado.  Y si no lo tienes, pues manipulas directamente la Historia, la enseñas a tu manera, y si nadie dice nada en contra, después de un tiempo habrás conseguido reinventar la Historia conforme a tus intereses.  Cataluña nunca ha tenido un Reino, sino que formó parte (una parte importante, eso si, pero una parte) del Reino de Aragón, que terminó por unirse al Reino de Castilla.  Pues transformas el concepto de “Reino de Aragón” en “Corona Catalana-Aragonesa” (poniendo especial énfasis en ese orden, y no el contrario), y consigues que la nueva generación de catalanes esté orgulloso de su esplendoroso pasado.  El siguiente paso, quizás para la siguiente generación, es quitar directamente a Aragón de su Reino.  Total, los aragoneses no son nacionalistas, no necesitan un pasado glorioso.
La pregunta clave es: ¿qué consiguen los políticos en el poder en Cataluña con esa manipulación? Muy sencillo, se trata de políticos nacionalistas, que lógicamente reciben votos de la población nacionalista.  Cuanto más nacionalista sea la población, más posibilidades tienen de mantenerse en el poder.  Así de simple y así de triste.  Lo que mueve a los políticos a sumir a toda una población en este inmenso engaño es, simplemente, las ansias de mantenerse en el poder.

viernes, 19 de noviembre de 2010

El problema catalán

Antes de nada, lo primero que quiero dejar claro en este post es que vivo y trabajo en Cataluña desde hace 8 años; una parte muy importante de mi vida (incluidas mis dos hijas) es catalana, y no me importaría terminar allí toda mi vida.  A pesar de ello, aprovecho que no nací en Cataluña para decir que no soy catalán.  La razón es muy simple: los catalanes provocan cierto “rechazo”, cierta antipatía por el simple hecho de ser catalanes.  Por supuesto esto es totalmente discutible, pero creo que todo el mundo en mayor o menor medida comparte esta afirmación.  Los catalanes, a priori, generan cierto rechazo.
Intentar analizar este “problema” sería muy pretencioso por mi parte, pero intentaré exponer con claridad mi punto de vista.

El “problema” catalán no es nuevo en absoluto.  Desde que el Felipe IV acuñó el termino de “ el problema catalán” en 1640 para definir la situación política en la Cataluña de entonces, todos y cada uno de los gobernantes o jefes de estado de España han tenido que gestionar muy cuidadosamente su relación con este territorio.  Por supuesto, unos han sido más hábiles que otros (seguro que es fácil imaginar cuales han sido los más y los menos hábiles), pero ninguno se ha librado de realizar ese esfuerzo político de la “diferente” situación de Cataluña con respecto a otras regiones.  Reyes totalitarios, reyes constitucionales, dictadores ultraconservadores, jefes de gobiernos democráticos de uno y otro color, han gastado muchos esfuerzos en este tema.  Desde luego, es comprensible que lo consideren un problema.

Lo que menos se entiende es cómo ese problema en principio únicamente político se ha convertido en un problema cultural.
Pongamos como ejemplo el folklore catalán. Dentro del estado español hay manifestaciones culturales propias de cada territorio, y muy diferenciadas y diversas.  El prestigio del folklore catalán es infinitamente menor que cualquier otro folklore español.  Por ejemplo, todo el mundo entiende que el folklore andaluz es singular, único, y no suele generar antipatías.  Las sevillanas, fiestas como el Rocío, la Feria de Abril, el rejoneo, y un largo etcétera, se consideran singularidades, y al pueblo andaluz se le considera muy rico culturalmente. Equivalentes en el folklore catalán pueden ser las calçotadas, la lengua catalana, els castellers, etc.  Ninguna atrae tanto como las anteriores, y a algunas personas les generan directamente rechazo.
Este rechazo genera una exaltación lógica del pueblo catalán de su cultura, remarcando sus singularidades, el “hecho diferencial” que tanto nos venden los políticos catalanes.  Y este proceso de rechazo se realimenta a sí mismo.  Tanta exaltación de la cultura catalana, genera a su vez más rechazo.

Por otro lado, los mayores responsables del odio a los catalanes son los políticos.  Los políticos catalanes se encargan de fomentar el odio al resto de españoles, y los políticos centralistas se dedican a fomentar el odio a los catalanes. De cualquier noticia económica española, puedes encontrar estos dos análisis contradictorios: a los catalanes se les convence de que les están robando, y al resto se les convence de que los catalanes les están robando.  Y el pueblo se lo cree.  A los extremeños les queda la sensación de que los catalanes se están llevando su dinero, y a los catalanes les queda la sensación de que el dinero se lo ha llevado Extremadura, en vez de Cataluña, que lo merece más.

Difícil solución.  Demasiados años llevan los políticos enfrentándonos, como para que encontremos nosotros mismos una solución. 

viernes, 12 de noviembre de 2010

Por qué soy católico

Por qué soy católico

Vaya pregunta, ¿no? Pues en las últimas semanas me ha venido a la cabeza varias veces, a raíz de varios acontecimientos recientes.  La verdad es que no es fácil de responder, ni siquiera de respondérmelo a mí mismo. Resumir en unas pocas líneas algo tan personal es un ejercicio muy difícil.  Mis sentimientos hacia la religión son como mínimo contradictorios: estoy en profundo desacuerdo con algunas doctrinas de la iglesia, pero sin embargo uno de los personajes que más ha influido en mi vida ha sido Jesucristo.   Estoy bautizado, he hecho La Comunión, me he confirmado, y me he casado por la iglesia (y además convencido), pero tengo puntos de vista que la mayoría considerarían escandalosos, incluso sacrílegos, sobre cuestiones clave del cristianismo.  Para mí que María fuera virgen, que Jesucristo fuese hijo único, que no hubiera tenido pareja en toda su vida, ni tampoco descendencia, o incluso que fuera Dios mismo, y que hubiera resucitado, son detalles discutibles, e incluso superfluos.   Entonces, ¿por qué soy católico?
La única respuesta que se me ocurre es bien simple: soy católico porque he nacido en un país católico.  Como casi todos los españoles, he recibido una educación religiosa basada en el catolicismo.  Y como en el resto de materias de estudio, he recibido una educación religiosa bastante mediocre.  No he recibido prácticamente información del resto de religiones, así que no he podido elegir.  Claro, que si hubiera podido elegir, el catolicismo sería una de las últimas (junto con el Islam) que habría escogido.
Me repugna que la postura oficial del Vaticano sobre el uso de anticonceptivos impida a los misioneros repartir condones como arma para luchar contra el avance del Sida.  Me repugna que la estúpida norma del celibato haya creado tantos monstruos, depravados, pederastas, y que no sean capaces de darse cuenta, y eliminarla.
Y lo que más me repugna es que con todas estas cosas, la misma iglesia está alejando a la mayoría de la sociedad del auténtico mensaje de Jesús.  Están perdiendo la oportunidad de que muchos chavales angustiados, que no encuentran respuestas, puedan escuchar lo realmente importante que nos enseñó Jesús.  Unas pocas, sencillas palabras, que te pueden guiar durante toda tu vida, y que pueden sacarte del pozo más hondo:
Dios te ama. Siéntete privilegiado, eres el Hijo de Dios. ¡Cómo no va a querer Dios a su propio hijo! Tan sencillo como eso.  Si lo tienes presente, todo cambia.  Una maravillosa forma de afrontar las cosas de un modo positivo.
Ama a tu prójimo como a ti mismo.  Incluso a tu Enemigo.  Él también es el Hijo de Dios.  Demoledor, si realmente nos acordáramos de estas palabras más a menudo, todo iría bastante mejor.
Pero, ¿quién es capaz de amar a su propio enemigo?  Pues también para eso Jesús tuvo respuesta: cualquiera de nosotros puede.  Él mismo, que era un hombre cualquiera, fue capaz de amar tanto a los demás que dio la vida gratuitamente, ¡la vida, el bien más preciado! para dejarnos el mensaje de que es posible amar al enemigo.
Hay muchas otras cosas que dijo Jesús, que nos pueden servir como guía para ser más felices, y vivir una vida más plena, pero como he dicho antes hay muchas personas, personas de dentro de la Iglesia, que se encargan de que este mensaje no llegue a los que lo necesitan. Dos mil años de manipulaciones, cambios, añadiduras, tergiversaciones, hasta que la Palabra de Cristo tiene tantas cosas encima, que es imposible verla.

Pero a pesar de todo eso, a pesar de todos los reproches que tengo hacia la Iglesia, mis hijas están en un colegio en el que les van a enseñar valores cristianos.  Tengo la esperanza de que algo, aunque sea algo, de ese maravilloso mensaje, les llegue.