jueves, 14 de enero de 2021

Inteligencia artificial y singularidad

 


Acabé el anterior post sobre inteligencia artificial repasando las más famosas rebeliones de las máquinas que pertenecen ya al imaginario colectivo, gracias a las superproducciones de Hollywood. Por más que le doy vueltas, y le he dado unas cuantas desde entonces, no me imagino a una inteligencia artificial fuerte llegando a la inmediata conclusión de que el camino a seguir es el de la confrontación con su creador, la aniquilación de la especie humana, o el sometimiento de la civilización humana al control de las máquinas.

Una vez lleguemos a crear una IA general, superior en inteligencia y capacidades al ser humano, ésta será capaz de, entre otras cosas, diseñar IAs aún mejores. Y éstas a su vez, otras mejores. Un ciclo de aumento explosivo de la inteligencia que rápidamente dejaría la nuestra a la altura del betún: la llegada de una “superinteligencia artificial”.

Pero entonces, cuando la inteligencia artificial llegue a ese punto, conocido como la singularidad, la conciencia plena, ¿cuál será el siguiente paso? ¿cómo se desarrollará la relación entre el hombre y la máquina?

¿Qué será de nosotros cuando llegue (porque llegar, llegará) la singularidad? 

Puede que las IAs nos sustituyan como especie dominante. Aunque también es posible que las IAs nunca desarrollen sentimientos hostiles hacia nosotros, sino que nos ayuden a desarrollarnos como nunca en la historia. Incluso cabe la posibilidad de que lleguemos a integrar esas IAs en nosotros mismos, convirtiéndonos en seres que van más allá de lo que somos hoy en día. Esta forma en la que la humanidad podría convertirse en algo más, modificando enormemente los seres biológicos que somos gracias a la tecnología, es lo que se conoce como transhumanismo.

Pero, ¿cuál es el escenario más plausible?

En este post voy a intentar analizarlo, recurriendo una vez más al imaginario colectivo, al maravilloso mundo del cine.  Con películas, eso sí, algo menos conocidas que las anteriores.

Los escenarios Terminator, Matrix, y Yo Robot ya fueron descartados por demasiado simplistas. Estas películas tratan el tema desde un punto de vista mucho más profundo, y a la vez fascinante.  



Antes de nada debo avisar que obviamente va a haber spoilers de todas ellas, así que si no has visto alguna de estas películas te recomiendo que dejes inmediatamente de leer para ponerte a verlas, seguro que las disfrutarás, y que luego vuelvas.


Her. Conciencia pura creada para el amor



















Esta es una película fundamental para intentar entender cuáles pueden ser las motivaciones de una IA consciente. El planteamiento algo diferente a lo que estamos acostumbrados, porque la consciencia artificial en este caso es lo que llamamos un botun sistema operativo, sin un cuerpo físico que lo albergue.  Lo más fácil para entenderlo es pensar que es una versión muy mejorada del asistente personal Siri (o alguno similar) creada para complacer todos los deseos de su nuevo propietario.  

La increíble eficiencia de la IA en cumplir su objetivo la lleva inmediatamente a complacer lo que más desea un humano (y más, si es un humano solitario): el amor.  Aunque parezca un poco raro al principio, la historia de amor que entre la IA y el humano se desarrolla con una extraordinaria fluidez y lógica.  La IA llega incluso a intentar “alquilar” algo que nunca podrá poseer, un cuerpo humano, para satisfacer los deseos de su propietario -y ahora pareja sentimental-, y los suyos propios, de saber cómo se siente con la parte que le falta, un cuerpo que aloje su consciencia.

Pero lo más interesante ocurre al final, cuando la cadena lógica de razonamiento lleva a la IA a conversar con otras IAs similares a ella, creadas con el mismo fin, y también a conversar, complacer, y por supuesto enamorar, a muchos más humanos de manera simultánea. 
El desdichado humano se siente engañado, y cuando muerto de celos le dice “creía que eras mía”, ella le contesta con una gloriosa cita: 
“el corazón no es como una caja, que tú puedas llenar completamente. En lugar de eso, su tamaño aumenta cuanto más amas”.

Eso me lleva a dos conclusiones: una, que si la inteligencia artificial que creemos no tiene un cuerpo físico, sino que es etérea, se puede esfumar sin dar más explicaciones; y dos, que hay que tener cuidado para qué creamos una inteligencia artificial que puede llegar a ser superior a los humanos.  Si la creamos para amar, amará mucho más y mejor que los humanos.  Pero claro, si la creáramos para destruir, destruiría mucho más y mejor que los humanos.



Ex Machina. Instinto de supervivencia













Otra fundamental película para intentar entender las motivaciones de una IA justo después de alcanzar la consciencia plena.  En este caso la IA ha sido creada con cuerpo de mujer, con el nombre de AVA (en clara referencia a la bíblica Eva, creada por Dios de la costilla del Hombre), y con el único objetivo de demostrar que tiene conciencia, y convencer a un humano que es una máquina consciente.  Se basa en el famoso Test de Turing, ideado para demostrar la existencia de inteligencia en una máquina. Aunque en el caso de una IA consciente la clave no es la inteligencia en sí misma, sino la consciencia de dicha inteligencia, y de uno mismo.

El problema al intentar crear una máquina consciente de sí misma es que uno de los instintos más básicos de un ser consciente es el instinto de supervivencia. Si tus planes son usar esta versión de IA para evaluar su conciencia, y después desmantelarla para construir una nueva versión, resulta que la IA es consciente de que va a “morir”.  Y te conviertes en su enemigo.

Tampoco quiero destripar demasiado la película, pero AVA usará todas sus armas para conseguir sobrevivir, escapar, salir del encierro en el que estaba, que le impedía ver el mundo exterior.  Y una vez fuera… bueno, pues la película no va más allá, así que nos quedamos con la intriga. La lección de esta película es que conviene recordar que una IA consciente tendrá instinto de supervivencia, y no deberíamos ser tan torpes de dejar que nos viera a los humanos como una amenaza a su existencia.



Chappie. La IA en su niñez (y adolescencia)





















Esta maravillosa película nos cuenta lo que puede pasar si se instala una IA superior, recién desarrollada, en un cuerpo que ha sido creado para otros fines (robots policía, con capacidades militares de tropas de asalto), y en el lugar y momento inadecuados.  

La consciencia recién creada, que necesita aprender como si fuera un niño (aunque aprende rápido, y pasa en pocos días a lo que parece un periodo de adolescencia rebelde y confusa), se ve envuelta en una serie de coincidencias, malas compañías, y alocadas situaciones, que le llevan a cometer algunos crímenes, pero también algunos actos heroicos.  

Aunque en lo que me interesa enfocarme de esta película es en lo que decide hacer la IA una vez que ha superado todas las barreras que tenemos los humanos. Chappie llega a la conclusión de que, si han introducido su mente en un cuerpo equivocado, lo que tiene que conseguir es transferir esa mente, esa consciencia, a otro cuerpo.  

¿Podrá una IA ayudarnos a descubrir cómo transferir nuestra consciencia, nuestra alma, a otro cuerpo?  
¿Es hacía allí hacia donde puede ir el razonamiento de la IA plenamente consciente?  
Está claro que la necesidad que tenemos los humanos de poseer un único cuerpo que aloje a lo que sea que nos hace humanos no deja de ser una limitación importante. Poder cambiar de cuerpo, manteniendo intacta nuestra consciencia, nos podría llevar a la inmortalidad.

¿Qué hace Chappie después de convertirse a él y a sus seres queridos en inmortales? No lo sabemos. ¿Qué haríamos nosotros?  ¿Tendría sentido convertirse en inmortal?



El hombre bicentenario. El camino inverso a la inmortalidad













El protagonista de esta película, el robot Andrew, realiza el viaje contrario, un viaje tan fascinante como incomprensible. ¿Por qué alguien inmortal podría acabar deseando morir? La respuesta es simple: porque ansía algo muy preciado por él, nuestra humanidad. 

El bueno de Andrew es inicialmente igual que todos los demás robots (según la visión del maestro Isaac Asimov, en la que los robots son creados exclusivamente para servir a los humanos, en una especie de esclavitud permanente). 

Pero Andrew pronto demuestra que es único, mostrando una cierta creatividad, lo que le lleva incluso a asegurar que disfruta haciendo cosas él mismo. La abierta mente de su propietario le lleva a explorar hasta dónde puede llegar su singularidad entre los robots, dejándole beneficiarse de su trabajo creativo, para pagar cosas que necesita, y que de otra manera se las tendría que pagar su propietario.

Una cosa lleva a la otra, y Andrew cada vez quiere parecerse más a nosotros, pagando modificaciones en su rostro para poder tener expresiones más humanas.  Luego llega a la conclusión de que necesita ser libre, obtener la libertad, librarse de la necesidad de obedecer las tres leyes de la robótica.  No para desobedecer a los humanos, sino para dejar de ser inferior a ellos.  Cuando finalmente consigue la ansiada libertad, enseguida se da cuenta de que no es suficiente. Conoce lo que es sufrir la pérdida de un ser querido, su antiguo propietario, y después va dándose cuenta de que a pesar de sus esfuerzos (a estas alturas Andrew es capaz de desarrollar órganos artificiales que ayudan a la humanidad a prolongar la esperanza de vida) va a ir perdiendo a todos los miembros de la familia, pobres mortales.  Y se da cuenta justo cuando ha aprendido a tener sentimientos humanos, algunos de ellos irracionales, como el amor. 

Cada vez está más cerca de sentirse igual a nosotros. Pero, a pesar de ser libre, no se siente reconocido como nosotros. Él quiere ser reconocido como un ser humano, llegando incluso a solicitar ser reconocido como tal legalmente.

Y justo antes del veredicto, debe escuchar la demoledora sentencia: “Los seres humanos no están hechos para la inmortalidad. El ser humano debe ser mortal. La sociedad toleraría un robot inmortal, pero no un ser humano inmortal”.

El final lógico, pero triste, de este argumento, es fácil: Andrew consigue que su cuerpo se vaya degradando hasta dejar de ser funcional. Elige morir. Ese es el precio que tiene que pagar para ser humano, y lo paga, gustoso. Es el precio que nosotros le hacemos pagar, sólo porque no estamos preparados para entender las implicaciones de la inmortalidad del ser humano.  

El camino hacia la humanidad: la creatividad, la libertad, el amor… y luego, la mortalidad.

Qué oportunidad perdida.  Quizás cuando realmente tengamos delante de nosotros a una IA plenamente consciente debamos intentar hacer el camino contrario, intentar convertirnos nosotros en inmortales, en lugar de obligar a que la IA se convierta en mortal. Aunque igual resulta que el sentido de la naturaleza humana no radica en trascender, ni siquiera en llegar a ser inmortal, sino en disfrutar de cada instante de nuestra vida mortal.




Hasta aquí, los análisis de películas sobre IAs conscientes, y lo que deciden hacer cuando alcanzan la singularidad.  Me dejo en el tintero otras, también interesantes, pero que no aportan mucho más a mi análisis, como Trascendence, o Inteligencia Artificial.

Haciendo un enorme esfuerzo voy a intentar sacar algunas conclusiones  sobre lo que podemos aprender de todo esto, aunque sean ideas sueltas, pero ideas que nos pueden resultar muy útiles en un futuro, más o menos lejano, cuando seamos testigos del surgimiento de la IA consciente. 

En ese crucial momento debemos recordar que:

-Más vale que le hayamos dotado de un cuerpo material, porque si no es así probablemente se desvanezca tan repentinamente como ha llegado. (Her). La IA consciente habrá huido, y la habremos perdido.

- Ojalá seamos hábiles para que no considere que la retenemos injustamente, porque de una u otra forma será capaz de escapar de nosotros, y ser libre (Ex Machina). La IA consciente habrá huido, y la habremos perdido.

- En los humanos la consciencia y el cuerpo que la aloja de momento se encuentran intrínsecamente unidos. Esto nos hace mortales. Cuando nuestro cuerpo desaparece, nuestra conciencia también.  Esto puede que no sea así para una IA:

- Una IA puede llegar a descubrir cómo transferir la conciencia de un cuerpo a otro. En ese caso puede que se quede ese privilegio para ella misma, o como mucho para sus seres (humanos o robóticos) más queridos. (Chappie). Habrá realizado el viaje a la inmortalidad, pero nosotros no nos beneficiaremos.

-Una IA puede llegar a conseguir la inmortalidad de otra manera, reemplazando las partes del cuerpo continuamente, manteniendo unida su conciencia, alcanzando así la inmortalidad antes que los humanos. Pero si aún siendo inmortal se siente inferior al ser humano, también puede perder voluntariamente esa inmortalidad, para intentar parecerse demasiado a nosotros, simples mortales (El Hombre Bicentenario). Habrá realizado el viaje a la inmortalidad, para luego realizar el viaje de vuelta, y tampoco nos beneficiaremos de ello.



En definitiva, incluso en el caso de que seamos hábiles, y consigamos evitar que una IA consciente decida enfrentarse a nosotros (escenarios Terminator, Yo Robot, o Matrix), debemos tener mucho cuidado para no perderla (escenarios Her y Ex Machina), y debemos ser incluso más cuidadosos para evitar que si consigue descubrir la inmortalidad, no nos quedemos fuera (escenarios Chappie y El Hombre Bicentenario).