lunes, 21 de marzo de 2011

Bienvenido, y felicidades por haber llegado hasta aquí

Bienvenido.  Y felicidades.  Estoy encantado de que pudieses conseguirlo.  Llegar hasta aquí no fue fácil.  Lo sé.  Y hasta sospecho que fue algo más difícil de lo que tú crees.  Para que estés vivo aquí y ahora, y seas tan listo como para leer y entender estas palabras, has tenido que beneficiarte de una excepcional secuencia de buena suerte.

Pero empecemos por el principio: para que estés ahora aquí, tuvieron que agruparse de algún modo, de una forma compleja y extrañamente servicial, billones de átomos errantes.  Es una disposición tan especializada y particular que nunca se ha intentado antes, y que sólo existirá esta vez.  Durante los próximos años estas partículas participarán sin queja en todos los miles de millones de habilidosas tareas cooperativas necesarias para mantenerte intacto y permitir que experimentes un estado tan agradable, pero a menudo tan infravalorado, que se llama existencia.
Por qué se han tomado esta molestia los átomos es todo un enigma.  Si embargo, por la razón que sea, durante el periodo de tu existencia, tus átomos responderán a un único impulso riguroso: que tú sigas siendo tú.

Así que demos gracias a los átomos.  Pero el hecho de que tengas átomos y que se agrupen de esa manera servicial es sólo parte de lo que te ha traído hasta aquí.  La increíble secuencia de buena suerte biológica que te ha traído hasta aquí, al siglo XXI, es realmente excepcional.
La supervivencia en la Tierra es un asunto de asombrosa complejidad.  De los miles de millones de especies de cosas vivas que han existido desde el principio del tiempo la mayoría (se ha llegado a decir que el 99%) ya no anda por aquí.  Y es que la vida en este planeta no sólo es breve, sino de una debilidad deprimente.
Una especie media sólo dura en la Tierra unos cuatro millones de años, por lo que, si quieres seguir andando por ahí miles de millones de años más debes estar dispuesto a cambiarlo todo (forma, tamaño, color, filiación, todo) y a hacerlo reiteradamente.  Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, porque el proceso de cambio se realiza al azar.  Pasar del “glóbulo atómico protoplasmático primordial” al humano moderno que camina erguido y que razona te ha exigido adquirir por mutación nuevos rasgos una y otra vez, de la forma precisa y oportuna, durante un periodo sumamente largo.  Una desviación mínima de cualquiera de estos cambios, y podrías estar ahora lamiendo algas en las paredes de una cueva, o buscando bajo el nivel del mar deliciosos gusanos de arena.
Pero no sólo has sido tan afortunado como para estar vinculado desde tiempo inmemorial a una línea evolutiva selecta, sino que cada uno de tus antepasados por ambas ramas ha sido lo suficientemente atractivo como para encontrar pareja, ha estado lo suficientemente sano para reproducirse, y le ha beneficiado el destino y las circunstancias lo suficiente como para vivir el tiempo necesario para hacerlo.  Ninguno de tus respectivos antepasados pereció aplastado, devorado, ahogado, de hambre, ni fue herido prematuramente ni desviado de ningún otro modo de su objetivo vital: entregar una pequeña carga de material genético a la pareja adecuada en el momento oportuno para perpetuar la única secuencia posible de combinaciones hereditarias, que pudiese desembocar casual, asombrosa y demasiado brevemente... en ti.




Nota: la mayoría de las palabras anteriores han sido extraídas del prólogo del estupendo libro de divulgación científica “Una breve Historia de casi todo”, del autor Bill Brison.  Me ha parecido una estupenda manera de iniciar la sección de mi blog sobre divulgación científica, un tema que me apasiona.  Cada vez que vuelvo a leer estas líneas se me agolpan pensamientos que van desde la infinita gratitud a todos mis antepasados, la angustia por la enorme responsabilidad que me han dejado, el orgullo de poder hacer cosas como las que estoy haciendo ahora, el miedo por el futuro (no el mío, sino el de mis descendientes), y la inseguridad que me da la enorme brevedad de nuestra existencia.
Y eso mismo te digo a ti.  Toma consciencia del maravilloso regalo que es tu propia existencia, disfruta de ello al máximo, cada día.  Cuando tengas un golpe de mala suerte, primero piensa en todos los golpes de buena suerte que te han traído hasta aquí, y afróntalo con valentía, como lo afrontaron previamente todos tus antepasados.