viernes, 8 de marzo de 2019

Mi hijo y el Feminismo


Como muchos sabéis, hace poco más de un año tenía tres hijas, y con mis tres hijas era absolutamente feliz.
Entonces mi mujer y yo tomamos una decisión sorprendente para muchos: tener un cuarto hijo. Las razones que nos llevaron a meternos en esta nueva aventura son muchas y diversas, y en la decisión tuvieron un importante peso tanto razones personales como razones de pareja, incluso razones familiares.
Por supuesto, si era feliz con tres hijas, habría sido incluso más feliz con cuatro hijas. Pero en este caso la moneda cayó del otro lado, y nació el hermanito que mis hijas estaban deseando. Y yo también me alegro de haber tenido un niño.

Como dije en otro post cuando nació mi tercera hija, estoy absolutamente convencido de que éste va a ser EL SIGLO DE LA MUJER. Pero aún a día de hoy no veo los avances suficientes en la situación de las mujeres, y estoy preocupado por el futuro de mis hijas. Preocupado de que no tengan las mismas oportunidades que los hombres, preocupado de que en cualquier situación de su vida -en su vida en pareja, en su trabajo- se encuentren en una posición de inferioridad respecto a los hombres, por el único hecho de ser mujeres.

Creo que todavía hay mucho camino que recorrer en dos aspectos de la situación de las mujeres: aún son las que mayoritariamente más sacrifican su vida laboral por el cuidado de sus hijos, reduciendo sueldos, usando excedencias, sacando horas para ir al pediatra o a tutorías, y en definitiva perdiendo oportunidades de promoción profesional; y por otro lado son las que más indefensas se encuentran ante situaciones de violencia familiar.

Todavía necesitamos al feminismo. Ojalá ya no lo necesitáramos. Necesitamos el feminismo académico, que busca entender la naturaleza de la desigualdad de género; y el feminismo militante, que lucha por situar a la mujer en una posición de igualdad respecto al hombre.  Pero en los últimos años el feminismo está cambiando hacia algo que creo que no me gusta demasiado.  O al menos, una parte del feminismo.  Y creo que aún me gusta menos desde que tengo un hijo.


Al tener sólo hijas, corría el riesgo de ver el mundo sólo desde el punto de vista de mis hijas. Desde mi propia masculinidad, pero viendo la sociedad del futuro, la que iban a vivir mis hijos, desde el punto de vista exclusivo de la mujer. El riesgo era que mi visión del mundo, de los roles de hombre y mujer, y del feminismo, se fuera radicalizando, al tener sólo uno de los dos puntos de vista. Generalizar, y poner a todos los hombres como los malos de la película.  Es probable (aunque no seguro) que vaya a tener tres yernos.  Y esos yernos serían para mí “los malos” de mi película, que se llevarían a los tres tesoros que más quiero. Y tendría mucho miedo de que cuando mis hijas establecieran su propia familia (snif), todavía entonces fueran ellos quienes disfrutaran de una posición de poder dentro de la pareja, que les otorga el hecho de ser hombres.
Mis hijas como las protagonistas indefensas, y los hombres como los malos, de mi película.

Y esa es la tendencia que creo que está siguiendo una parte del feminismo. Una deriva del feminismo que lleva a plantearlo como una lucha, una lucha de géneros. Una lucha entre el hombre y la mujer. La mujer debe luchar contra el hombre, que la está oprimiendo.  Esto deriva en lo que muchos plantean ya como una ideología de género, otros llaman “hembrismo”, y en lo que otros vienen a llamar mordazmente como las “feminazis”, término burlón e irónico, que va dirigido exclusivamente a cabrear a estas feministas más activistas y radicales. Término que por supuesto es absolutamente ridículo, porque el nazismo nada tiene que ver con el feminismo, pero que refleja de alguna manera esta deriva de radicalización en la que se está convirtiendo la lucha por los derechos de la mujer.



El caso es que, lamentablemente, el feminismo en los últimos tiempos parece estar siendo monopolizado por los partidos de izquierda, y especialmente por los de izquierda radical.

Estos partidos, herederos del Comunismo, tienen enraizado en lo más profundo de su ADN la revolución marxista, la confrontación, la lucha.  Inicialmente la lucha de clases, pero ahora cada vez más la lucha de género. 

Y por eso creo que mi hijo ha tenido un papel fundamental en mi forma de entender el feminismo.  Ya no veo a los hombres como enemigos, sino como parte del mismo problema, y parte de la solución.
Yo pienso que la lucha por los derechos de la mujer es una lucha cultural y generacional, es decir, que para conseguir la total equiparación tienen que pasar muchos años, generaciones, y que es muy importante cómo transmitimos a nuestros hijos el problema, y hacia dónde hay que ir.
Pero el hecho de tener un hijo me ha hecho darme cuenta de que no sólo es importante corregir los modelos que estamos dando a nuestras hijas, sino que también es importante corregir el modelo que estamos dando a nuestros hijos.

Como explica de una manera genial el músico Colin Stockes en esta charla TED "cómo las películas enseñan la virilidad" las películas son una fuerte influencia sobre nuestros hijos, y les muestran modelos que pueden afectar fuertemente a su forma de ser en el futuro.

Todos coincidimos en que el modelo de “princesita” de las películas infantiles es perjudicial para las mujeres: todos estamos preocupados sobre cómo las niñas reaccionan ante este estímulo, en el que se les empuja únicamente a estar preciosas, y a buscar a su príncipe azul.  Como padre, con el privilegio de educar a tres niñas, encuentro que éste es un modelo terrible, e intento mostrarles también otros modelos de mujer, otros modelos de películas, en los que se cumplan unos estándares mínimos dirigidos a evitar la brecha de género, mediante una excelente regla de selección, que es el Test de Bechdel:

Una película (serie, etc,) será adecuada para mis hijas, SI cumple con los siguientes requisitos:

1) Aparecen al menos dos personajes (principales) femeninos.

2) Estos personajes se hablan una a la otra, en algún momento.

3) Esta conversación trata de algo distinto a hablar sobre un hombre (no vale que hablen sobre que a las dos les gusta el mismo chico, por ejemplo)

Sencillo, ¿no?.  Mujeres, que hablan entre ellas, de cosas normales.


Si se aplicasen a la inversa (es decir, a los hombres), estas tres simples reglas darían como resultado que prácticamente todas las películas cumplen el requisito para los hombres. Por el contrario, si se aplica a las mujeres, resulta sorprendente la cantidad de películas que no superan el test.


Pero esa es únicamente una parte del problema. Todos nos preocupamos sobre el modelo que les enseñamos a las niñas. Pero casi nadie se preocupa del modelo que las películas y la sociedad en general está mostrando a los niños: un modelo en el que el hombre es el héroe, que debe derrotar al villano con violencia, para luego recoger la recompensa, que es una mujer.


Pero seguro que, además de James Bond, podéis encontrar mil ejemplos más, incluso en películas infantiles, sobre este modelo.



Yo no quiero el modelo de princesita para mis hijas. Quiero más modelos de heroínas, de mujeres que hacen el viaje del héroe.




Pero no sólo eso, también más modelos de mujeres normales, que hablan entre ellas de cosas, no sólo de chicos, que sufren, que luchan, que ganan, que pierden…. y que también hablan de chicos, por supuesto.



Pero es que yo tampoco quiero el modelo que están enseñando a mi hijo la mayoría de las películas.  Ese no es el hombre real. 

El hombre real, por lo menos el hombre real que quiero que sea mi hijo, es el que confía en sus hermanas, las respeta, y desea estar a su lado; no un hombre que lucha con el villano para conseguir la recompensa de la chica, sino el hombre que se rebela contra los verdaderos malos, es decir, los hombres que abusan de las mujeres.  

Un hombre que lucha para proteger a sus amigos, hombres y mujeres, y que sabe que también ellos, y ellas, le van a proteger.