A veces veo cosas que me indignan. Pequeños detalles que me cabrean y me hacen darle vueltas durante semanas, buscando una explicación. Cuando a veces la explicación es tan sencilla que me sorprende no haberla visto antes.
La última de esas veces ha tenido que ver con la cocina, la divulgación científica, y la estupidez humana.
Resulta que en el concurso de cocina Master Chef ha participado este año, entre otros, un doctor en biología molecular, llamado Jorge.
Este concursante no es uno de los más conocidos, y de hecho fue el quinto en ser eliminado, de un total de 16. Pero el mismo día en el que fue eliminado fue víctima de una de las burlas más lamentables que he visto en ese programa.
El bueno de Jorge, apasionado de la cocina, pero también de su trabajo de investigación en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, tuvo la necesidad de juntar ambos mundos, y crear un plato acompañado de una guarnición que él bautizó como "chaperoninas". Cuando le tocó explicarlo, recibió desde el principio la burla de alguno de los representantes del jurado.
La pasión con la que intentaba explicar su idea, su creación, no le permitió ver el tono de choteo de casi todos ellos. Y el remate final, muy gracioso, eso sí, es lo más indignante que he visto en mucho tiempo.
"Por Dios, que estamos hablando de cocina". Una frase para la posteridad. Cuando a todos los grandes chefs se les llena la boca diciendo que la Cocina es creación, fusión de nuevas ideas con conceptos tradicionales, resulta que no les parece adecuado intentar plasmar el increíble mundo celular en la cocina.
El pobre Jorge cometió un tremendo error: creer que ese pequeño minuto de gloria le iba a servir para realizar una pequeña labor de divulgación científica. Que iba a poder transmitir algo que a él le parecía apasionante, las proteínas chaperonas.
Pero no, este no es el lugar adecuado para ello. Aquí no se viene a hacer divulgación.
Dónde íbamos a parar, ¡en un concurso de cocina!
Dónde íbamos a parar, ¡en un concurso de cocina!
Aquí sólo se les permite insultarse, faltarse al respeto, y convertir el concurso en un reality más propio de Telecinco que en un concurso de cocina.
O sea, cocina + divulgación NO, pero cocina + crispación SI. No vaya a ser que los telespectadores, horrorizados de ver el atrevimiento de un concursante de hablar de ciencia, huyan despavoridos en busca de otro programa como Sálvame, que consiga devolvernos a nuestro estado de aletargamiento previo.
Como he dicho al principio, la explicación a todo este sinsentido es bastante sencilla. Definitivamente éste no es un país para científicos.
Pero a pesar de todo ello, te animo Jorge a que sigas luchando para transmitir tu pasión a los demás. A que sigas intentando que las personas que te escuchan tengan curiosidad, se informen, investiguen un poco, y acaben descubriendo el maravilloso mundo que a ti te tiene atrapado desde hace tanto tiempo.
Al fin y al cabo, necesitas soportar innumerables caras de burla, para conseguir una sola cara de interés, un diminuto instante, en el que el brillo en los ojos de la persona que te escucha te muestra con claridad que tu mensaje ha llegado, que has conseguido transmitir tu pasión, que algo ha nacido en su interior.
Ese es el instante por el que merece la pena todo lo anterior. Ese brillo en los ojos lo paga todo con creces.
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